Caminar hacia un lugar santo es mucho más que un viaje; es una oportunidad para encontrarse con Cristo de manera viva y personal. El Papa Francisco dice que “la diferencia entre un peregrino y un vagabundo es que el peregrino sabe a dónde va”. En 2022, cuando peregriné a Jerusalén, experimenté esto en primera persona, y desde entonces, organizo peregrinaciones que no son simples recorridos, sino verdaderos retiros a pie, donde cada paso nos acerca más a Dios.
No importa cuántos kilómetros recorramos, lo importante es lo que sucede en el alma. En el silencio del camino, en la oración compartida, en la Eucaristía diaria y en la fraternidad con otros peregrinos, se abre un espacio para que Cristo nos hable. Mi deseo es que cada persona que se une a estas peregrinaciones regrese no solo con recuerdos, sino con un corazón renovado y una fe fortalecida.
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